Colectividad para la Salud Mental en Chiapas

Del 28 de marzo al 18 de julio de 2022, tres integrantes del Programa de Salud Mental de CES facilitaron (por primera vez en Jaltenango) el Curso de los Triángulos. Se llevaron a cabo nueve sesiones enfocadas a temas de salud mental, incluyendo técnicas de relajación, manejo de pensamientos y emociones, género, autocuidado y pérdidas, entre otros. A través de distintas actividades (como preguntas de reflexión, ejercicios divertidos, compartir experiencias y hacer manualidades), se creó un espacio confidencial para compartir tanto situaciones difíciles como logros, generando una red de apoyo entre las participantes.

Cabe mencionar que el Curso de los Triángulos también se lleva a cabo en cinco de las comunidades donde trabaja CES. Originalmente, estos cursos eran facilitados por el equipo de supervisión clínica; desde 2018 comenzaron a darlo Acompañantes de Curso Psicoeducativo y en 2019-2020 las Cuidadoras de Salud Mental quedaron a cargo de facilitarlo. Debido a la pandemia de covid-19, el curso (junto con muchas actividades grupales) quedó suspendido hasta este año. Queremos hacer un reconocimiento a las Cuidadoras por el trabajo que hacen facilitando tanto este curso como los Círculos de Mujeres.

Para rendir homenaje y dar las gracias a quienes participaron en este curso, así como para compartir con otras personas y comunidades, elaboramos una práctica narrativa llamada documento colectivo. Para poder escribirlo, el equipo de facilitación se reunió con otras integrantes de Salud Mental para responder algunas preguntas. Al mismo tiempo que el equipo compartía sus experiencias y reflexiones, alguien tomaba notas de todo lo que decían (por ejemplo, historias, frases, opiniones, habilidades, aprendizajes, etc.). Usando un método especial, ordenamos dichas notas y leímos el texto final en voz alta al equipo; después de la lectura, se envió una copia de este documento a todas las personas que estuvieron en la reunión para leerlo cuando quieran o necesiten. Observarán que el documento nunca menciona nombres, ni siquiera en su autoría; esto nos recuerda que cualquier grupo es mucho más que solo la suma de sus integrantes.

Respetando las identidades del equipo, utilizamos la X (por ejemplo, nosotrxs en lugar de nosotros o nosotras). La forma más exacta de leer la X es usando la E (por ejemplo, nosotrxs se lee como nosotres), pero pueden leerlo como más cómodo les resulte.

DOCUMENTO COLECTIVO

AAC, Chiapas

1 de agosto de 2022


Nos reunimos hoy porque queremos dar un cierre para nosotrxs de este proceso, para compartir aprendizajes, cambios y crecimientos. Nos reunimos para relatar el camino que co-construimos, para volver a saber lo que sucedió; para compartir la experiencia con más personas.

Nuestro deseo al estar aquí es compartir las experiencias y las perspectivas; contar el principio, el medio y el final de esta historia y darle sentido a lo que pasó y a lo que sigue. Unx de nosotrxs desea tener algo físico, visual, escrito para regresar.

Que esto llegue adonde tenga que llegar.

En un inicio nos acompañaban varios miedos: el miedo a equivocarnos… ¡Definitivamente el miedo a equivocarnos! A que las cosas no salieran de acuerdo al plan.

Nos acompañaban también nuestras suposiciones, como que un curso psicoeducativo está enfocado en dar explicaciones a la gente sobre sus propias vidas.

Nos acompañaba, por otro lado, la emoción de empezar este proyecto. Algunx de nosotrxs traía esperanza desde el inicio: esperanza en el grupo, esperanza en el equipo.

También nos acompañaban nuestras experiencias previas, como el ser maestra o facilitar cursos en otros espacios, aunque sentíamos que las personas tenían contextos más similares al nuestro que en esta ocasión. Junto con eso, nos acompañaba un recordatorio: esta no es nuestra cultura, estamos apenas conociendo a su gente.



El primer detalle fue entender qué era detalle. Y había de varios tipos. Unx de nosotrxs comparte que, por un tiempo, fue complicado adaptarse a las expresiones chiapanecas, a esa cultura totalmente diferente. Unx de nosotrxs comparte que adoptó desde el inicio una postura observadora y eso nos llevó a concluir que, más allá de la cultura de Chiapas, cada persona es una cultura en sí.

¿Pero entonces cómo construir un puente dialógico entre la experiencia de estas otras personas y las nuestras? La única forma es humanizarnos: tocar nuestras experiencias de vida; notar cómo la depresión, la ansiedad, el género nos atraviesan. Y lograr esto a pesar de dificultades logísticas, como cuando nos forzaban a no venir a una sesión.

A través de observar y generar el diálogo, nos dimos cuenta de que ni siquiera teníamos que meter las manos: ellas solitas, como grupo, ponían sobre la mesa los temas importantes.

Hubo momentos donde la urgencia, donde la rigidez de que las cosas salieran exactamente como planeábamos se hacían chiquitas al adaptarnos a las necesidades de las participantes. Eran ellas las que decidían a dónde iba la clase, qué temas se tocaban y cómo (qué brincarse, qué pausar). Nosotrxs facilitábamos; el grupo lideraba.

Los retos existían para nosotrxs como equipo. Es diferente cuando la planeación y la organización caen de un solo lado. Es también diferente cuando el equipo tiene una misma profesión o estilos similares para abordar los temas. Y aprendimos a ir y venir entre lo que teníamos planeado y lo que surgía de forma espontánea; a permitirnos sorprender por las direcciones inesperadas que tomaban las cosas.

También nos permitimos disfrutar de muchas cosas, ¡wuuuu!

Disfrutamos de la risa como un elemento imprescindible. Hasta en la sesión más difícil había un momento de “Nos vamos a reír mínimo”, como en el catastrófico día en que las palomillas atacaron la sesión de pérdidas. Disfrutamos de la risa que nos dio en ese momento y también de la que nos da ahora, al volver a contarlo.

Disfrutamos de observar que las cosas simplemente salían; que hasta de la mátrix más rota, de lo que más chueco estaba, salía algo bonito. No hay correctos e incorrectos.

Disfrutamos del trabajo en equipo: la planeación conjunta; los procesos de cada quién; vernos en acción y aprender lxs unxs de lxs otrxs; de saber que podíamos hablar de aquello que nos tocó o de esa cosa que nos salió mal en el curso. Disfrutamos de la confianza como equipo y también de la confianza de cada una de las mujeres que conformó el grupo al compartirnos de su historia de vida; una confianza que nos llevó también a nosotrxs ser participantes y mostrar nuestros propios árboles.

Disfrutamos de este vehículo que resetea y cambia vidas.

Compartir nos trae distintas imágenes a la cabeza; vienen en forma de escenas, palabras, sonidos y sensaciones. Fue tanto que se siente como si hubiéramos vivido muchos años de forma muy rápida.

Aparecen momentos específicos de nuestras participantes: la forma única que cada una tenía de soplarle a su tacita de café; lo descuadradas que se veían cuando hicimos las esculturas del cuerpo.

Pelotitas cayendo por todos lados.

Alguien corriendo al lado contrario de la pared para hacerla de pedo en el debate de las emociones.

Y luego está la última sesión con sus tantas imágenes: el hermoso atardecer que vimos mientras comíamos pastel con sana distancia, pero sabiéndonos unidas. O el momento de las velas encendidas y las luces apagadas, cuando una de ellas dejó una vela en el centro.

El cambio de sus caras y modos de dirigirse a nosotrxs en un inicio al compañerismo y disfrute del final.

Foto: Graduadas del curso y facilitadorxs en la sesión de cierre.

Al facilitar este curso, valoramos la paciencia. Valoramos esa confianza de la que hablábamos hace unos instantes. Valoramos también la vulnerabilidad de las participantes, del resto del equipo, de nosotrxs mismxs.

Valoramos también la escucha y la humildad. El recordar cada día que tenemos mucho más que aprender que compartir. Valoramos nuestra capacidad de ceder; de dar un paso atrás antes de correr a hacer algo.

Valoramos la sororidad y lo chido de compartir saberes con profesiones distintas a la nuestra.

Valoramos la esperanza: el saber que, incluso si algo sale mal, las cosas serán diferentes cuando salgamos de este espacio; que siempre habrá algo para aprender, incluso en los momentos de más frustración.

Y a raíz de esto, unx de nosotrxs concluye: “Está cabrón ser mujer”.

Esta experiencia fue un catalizador para humanizar nuestra práctica. Desconocemos las historias de vida y las sensaciones de esos otros cuerpos que llegan a consulta, cuya riqueza no reside en el diagnóstico, sino en todas las otras cosas que les conforman. Visto así, la mente humana, dentro de lo compleja que es la vida, deja de ser tan misteriosa.

Facilitar este curso fue, además, una transición del miedo a equivocarnos a habitar lugares de seguridad, entendimiento, cariño, amor (porque también en esos lugares surgen nuevos aprendizajes). Pasamos de la frialdad individual a la calidez de lo colectivo: “Yo estoy contigo… Y tú estás conmigo, de forma incondicional”.


Para todas las personas involucradas en esta experiencia, para este equipo que construimos: ¡Muchas gracias!