En Chiapas, una partera tradicional y una madre adolescente comparten un vínculo especial
Tanto Margarita Pérez Jiménez como Gabriela* pueden decir que sus vidas cambiaron a la edad de 14 años. Para Margarita, ese fue el año en que comenzó a trabajar como partera tradicional en una zona rural de Chiapas. Para Gabriela, fue cuando se convirtió en madre soltera.
Las dos mujeres se conocieron alrededor de mayo de 2017, cuando Margarita tenía 67 años y había atendido, dice ella, al menos 5.000 partos, la mayoría de ellos dentro de una casa de ladrillos de adobe y techo de lámina, detrás de su casa. Gabriela podría haber estado entre las mujeres que tuvieron sus partos en estos modestos alrededores, no lejos de los pollos y otros animales.
Excepto que, a la edad de 14 años, Gabriela estaba esperando ser madre a una edad particularmente joven y, por lo tanto, más vulnerable de presentar complicaciones durante el parto. Fue con esto en mente que Margarita y la familia de Gabriela buscaron ayuda externa.
Después de llevar su embarazo a término, Gabriela dio a luz en la Casa Materna de Jaltenango de la Paz, un centro de salud materna apoyado por Compañeros En Salud. Desde que se abrió en mayo de 2017, cientos de mujeres han dado a luz en manos de enfermeras obstetras, enfermeras generales y médicos del hospital comunitario que trabajan juntos. Muchas otras mujeres han venido a consultas y en caso de complicaciones o riesgos son referidas al hospital.
Uno de los objetivos para Compañeros En Salud es aumentar el número de mujeres que eligen venir a la Casa Materna para la atención perinatal y, cuando llega el momento, para dar a luz en un lugar donde recibirán una atención culturalmente apropiada y respetuosa de sus deseos, además de tener los beneficios de una instalación médica bien equipada, segura y contar con el apoyo de profesionales de salud capacitados.
Históricamente, las mujeres embarazadas que viven en las regiones cafetaleras de la sierra madre visitan a una partera tradicional para el seguimiento de su embarazo, que además las ayudará durante el parto. Cuando los embarazos son normales y el trabajo de parto no se complica, tal decisión es de bajo riesgo. Pero puede ser difícil predecir si el parto será o no complicado. Cuando no es posible predecir las complicaciones, las mujeres y sus recién nacidos pueden estar en peligro, especialmente cuando no hay fácil acceso a transporte y el hospital más cercano puede estar a un viaje de tres horas en carreteras de terracería en las montañas.
El equipo de CES sabía que tenía que haber una mejor manera de asegurar que las mujeres embarazadas tuvieran acceso a una atención de calidad. En el 2016, el equipo comenzó a reclutar y capacitar trabajadoras de salud comunitarias especializadas en atención materna en las 10 comunidades rurales que CES fortalece en Chiapas. Cada una de estas mujeres apoyan a varias mujeres embarazadas en sus comunidades contestando a sus preguntas, aconsejándolas sobre lactancia materna y nutrición, y acompañándolas en visitas prenatales en la clínica de la comunidad, apoyada por CES.
Cuando se acerca la fecha de parto, ayudan a las pacientes a crear un plan de parto y les aconsejan viajar con anticipación a Jaltenango, donde se quedan cerca de la Casa Materna para esperar el momento del parto. Reciben vales de alimentación y alojamiento gratuito durante toda su estancia.
Nada de esto pretende socavar el papel de las parteras tradicionales. El equipo de CES colabora con estas mujeres de confianza y las reconoce como recursos locales valiosos, que pueden cerrar la brecha entre la medicina moderna y las costumbres. La organización les proporciona guantes estériles, cinta umbilical, gasas, y capacitación sobre cómo identificar los embarazos con factores de riesgo. Se fomenta que las parteras refieran a las pacientes a la Casa Materna si surgen complicaciones, y que las acompañen durante su parto.
*Nombre se ha cambiado para respetar la privacidad.
Todo este sistema de atención de la salud materna se acababa de poner en marcha en la primavera del 2017, cuando Gabriela llegó a la casa de su tía. A los 14 años, ella estaba embarazada de cuatro meses, abandonada por su pareja, y huyendo de su padre abusivo.
Su tía vivía en una pequeña granja con su esposo y cuatro hijos, a diez minutos caminando del centro de la comunidad. Ella recibió a Gabriela en su casa y la llevó a ver a Margarita, cuyas manos con artritis habían recibido a todos sus hijos e incluso la habían traído al mundo, hace 32 años.
Margarita, una mujer, abuela, con cabello con tonos color plata y una cara redonda, masajeó suavemente el abdomen de Gabriela para sentir la posición del bebé. Una chica, dijo. ¿Pero cómo podría estar segura?
"Las niñas son suaves; y los chicos son duros ", dijo Margarita con naturalidad.
Ella sabía de lo que hablaba. Cuando la tía llevó a su sobrina a la Casa Materna, le realizaron un ultrasonido y el personal confirmó la evaluación de la partera: iba a ser una niña.
Cada semana, Gabriela caminó hasta la comunidad para visitar a Margarita. La adolescente llegó a confiar en el tacto y la presencia cálida de la partera. Su embarazo, afortunadamente, había sido fácil, sin grandes dolores o molestias. Ella había tenido presión arterial baja, pero eso parecía haber mejorado en el transcurso del embarazo.
Cuando su fecha de parto se acercó y al amanecer comenzó con contracciones tempranas, Gabriela y su tía fueron primero a la casa de Margarita. La partera examinó a la joven madre y determinó que todavía faltaban unas horas, mencionando que la bebé llegaría por la tarde.
Pero la tía dudó en regresar a casa para esperar, viendo a su sobrina atormentada por el dolor. En cambio, la llevó a la Casa Materna para un chequeo. El personal allí examinó a Gabriela y repitió la predicción de la partera; todavía faltaban horas.
La tía sabía que Gabriela sólo se sentía cómoda con Margarita a su lado. Sin embargo, le preocupaba que, dada la edad de su sobrina, pudieran surgir serias complicaciones. La partera tenía las mismas preocupaciones.
Así que la tía habló con el personal de la Casa Materna sobre la preferencia que la adolescente tenía por Margarita. Sin dudar, la enfermera dijo: "Si ella tiene confianza en la partera, tráiganla con ustedes”.
Eso es exactamente lo que hicieron. Más tarde, en la mañana del 24 de octubre, el trabajo de parto de Gabriela había progresado y Margarita pensó que era hora de regresar a la casa materna. La partera, la tía y la joven madre viajaron a Jaltenango. El personal les dio la bienvenida, y una de las enfermeras atendió todas sus necesidades durante su estancia.
Alrededor de las 2 p.m., con el personal de la Casa Materna esperando, Margarita ayudó a Gabriela a entregar una niña sana de 3170 gr.
"Gracias a Dios, ella no sufrió mucho", dijo Margarita sobre su paciente.
El personal de la Casa Materna felicitó a las mujeres, e informó a Margarita que era la primera partera tradicional en atender a su paciente allí. Fue un gran logro, demostrando que la experiencia local puede asociarse con la medicina moderna para llevar atención materna de calidad a las mujeres que viven en la zona rural de Chiapas.
Dos semanas más tarde, Margarita se sentó a la sombra en el patio de la tía, junto a Gabriela y su hija aún sin nombre. La joven madre brillaba de orgullo.
Margarita dijo que el personal de la Casa Materna la había invitado a regresar con sus pacientes. Cuando se le preguntó si recomendaría los servicios de la instalación a otras mujeres, la respuesta de Margarita fue fácil: "¡Adelante!" Y ella estaría justo a su lado.