Opinión: Valorar la enfermería es restablecer la justicia

Pasante de Enfermería Obstétrica en Compañeros En Salud reflexiona sobre la enfermería y la descolonización

Por Andi Mar Valadez Castañeda

 

El cuidado - la esencia de la profesión de enfermería- ha sido una tarea asignada a las mujeres durante milenios, basada en los roles de género tradicionales que veían a las mujeres cuidando del hogar y la familia. En México, ese concepto de género ha influido en la profesión de enfermería desde sus inicios. Las primeras "enfermeras" de México no eran las enfermeras profesionales que conocemos hoy, sino mujeres dedicadas a la curación tradicional, como parteras, chamanas y hueseras.

Cuando los colonizadores españoles llegaron a México en el siglo XVI, surgieron nuevas enfermedades y se impusieron muchas formas nuevas de cuidado, mientras que las formas tradicionales de cuidado se devaluaron. Esto significó que las parteras y otras curanderas también fueron devaluadas y se impusieron duras restricciones, limitando muchísimo los cuidados que podían proporcionar. El Protomedicato -un grupo de médicos varones y la máxima autoridad del imperio español en materia de medicina y salud- decidió que los conocimientos de las parteras no eran correctos y que necesitaban una reeducación para hacer las cosas de forma más eficiente. Como resultado, a pesar de sus generaciones de experiencia, las parteras fueron denigradas -evaluadas constantemente por una junta de médicos compuesta exclusivamente por hombres- y sometidas a requisitos absurdos, como tener que estudiar durante cuatro años en escuelas aprobadas -un año más que los médicos-, presentar un certificado de pureza de sangre y aportar testimonios de buena conducta. Estos estrictos requisitos hicieron que sólo se expidieran dos licencias para ejercer la partería profesional durante el periodo colonial en México.

Históricamente se han encontrado tratos distintos y desigualdad en las profesiones como enfermería y partería.

Históricamente se han encontrado tratos distintos y desigualdad en las profesiones como enfermería y partería.

México se independizó de España en 1810. Pero la independencia no supuso una igualdad para las parteras y otras curanderas. La primera escuela de enfermería de México se creó durante el Porfiriato, cuando el país se sometió a una serie de reformas encaminadas a la modernización. Pero incluso entonces, las enfermeras -en su inmensa mayoría mujeres- veían su trabajo muy limitado en comparación con sus colegas masculinos y sus salarios eran mucho más bajos, ganando 8 pesos en comparación con los 166 pesos de los médicos.

En 1846, las parteras sólo estaban autorizadas para asistir en los partos, e incluso entonces estaban muy limitadas en lo que podían hacer. Por ejemplo, se les prohibía ayudar a las mujeres en un parto difícil u obstruido. Y después del parto, sólo podían recibir al bebé, cortar el cordón umbilical, prestar primeros auxilios en caso de asfixia e indicar cuando se necesitaba un médico.

Como las enfermeras se valoraban menos que los médicos, cuidar se valoraba menos que curar, una noción que sigue sustentando el sistema de salud de México en la actualidad.

Hablar de la subordinación de la enfermería dentro de la profesión médica es hablar de discriminación de género y estructural: desde el hecho de que el cuidado se considera una tarea femenina, resaltando los roles tradicionales de género, hasta el hecho de que, desde la creación de la profesión de enfermería, las enfermeras eran de clase media-baja y los médicos de clase alta, acentuando el desequilibrio de poder político y económico. Estas desigualdades han dejado sus estragos en la profesión de enfermería, dificultando la visibilidad y el reconocimiento de las enfermeras, quienes ven infravalorada su práctica y cuestionados sus planteamientos.

Se han hecho algunos progresos. A medida que la enfermería se ha ido profesionalizando en las últimas décadas, muchos países han establecido especialidades, maestrías y doctorados en enfermería; oportunidades educativas que antes no existían. Estos avances no sólo han sido un éxito para la enfermería, sino también para las mujeres, que siguen siendo la mayoría de las enfermeras en todo el mundo. En México, estos avances han estado presentes, pero han sido lentos, debido a la ideología machista que persiste, tanto en la sociedad como en el sector salud.

Enfrentar el futuro de la enfermería en México es un reto para visibilizar la profesión y a abrazar a la nueva generación de enfermeras, quienes ya no se miran como inferiores. Hoy te invito a que reflexiones y te coloques tus binoculares de perspectiva de género e identifiques esos micromachismos que prevalecen en nuestras áreas de trabajo y que impiden el libre desarrollo de la profesión enfermera. Invito a la sociedad a replantearse sus juicios de valor hacia las enfermeras; y a ti, colega, compañero/a médica/o, te invito a ser consciente de tu posición de poder para así poder reducir las brechas y prejuicios que históricamente han marcado la relación laboral entre médicos y enfermeras.

Por último, quiero recalcar que esta llamada a la acción no consiste en excluir a los hombres del campo de la enfermería. Se trata de eliminar los estereotipos de género que rodean a la profesión de enfermería para crear un espacio libre de misoginia, donde la enfermería sea vista como una profesión para todos y no como una profesión de mujeres, donde los cuidados dejen de ser percibidos como una extensión de lo femenino y sean validados como un campo de estudio profesional.