La historia de Reyna: Una lucha contra el cáncer y las barreras de acceso a la salud
El cáncer cervicouterino es el segundo más común en mujeres a nivel mundial; alrededor del 86% de los nuevos casos se presentan en países en desarrollo (IMSS, 2020). Lo anterior, aunado al difícil acceso a los servicios médicos pertinentes, provoca que muchas de ellas fallezcan luego de no recibir un tratamiento oportuno.
Barreras de acceso
Para Reyna Bravo, de 46 años, fue complicado en un inicio poder atenderse con médicos especializados. En 2014, cuando comenzó a experimentar malestares y un sangrado vaginal anormal, acudió a un consultorio privado. Se hizo un Papanicolau y le dijeron, sin mayor detalle, que algo malo estaba pasando con ella, por lo que tenía que ver a un especialista.
Reyna ha vivido toda su vida en Jaltenango, Chiapas, a tres horas de Tuxtla. Ver a un médico especialista suponía gastos para los que no estaba preparada, pues trasladarse a la capital del estado conlleva un viaje de varias horas; probablemente tendría que pasar la noche allí y buscar alimentos. Siendo la jefa del hogar, tuvo que priorizar el bienestar de sus ocho hijos y dedicar sus recursos a su alimentación y educación. El tiempo pasó sin que Reyna viera a un doctor hasta que, casi un año después, conoció a la Dra. Valeria Macías, quien entonces coordinaba el programa de Derecho a la Salud en CES.
Compañeros En Salud se ha dedicado a brindar atención médica a la población de zonas rurales en la sierra de Chiapas desde hace 10 años. Nuestro programa de Derecho a la Salud apoya a los pacientes que requieren atención especializada a superar barreras de acceso durante su tratamiento; ofrecemos transporte, alimentación y hospedaje para aquellos pacientes que tienen que viajar por varias horas para sus consultas médicas.
Reyna comenzó a viajar a Tuxtla Gutiérrez para realizarse estudios y saber qué estaba pasando con su salud. Pronto hubo un veredicto: Reyna tenía cáncer cervicouterino.
Sobrellevar la enfermedad
“Me caí hasta el suelo,” dice Reyna. “Lloré, me decepcioné de mí misma, estaba segura de que me iba a morir, porque la gente siempre dice que el cáncer mata.”
Reyna comenzó a recibir tratamiento en Tapachula, haciendo viajes semanales de catorce horas. En total recibió 6 quimioterapias y 35 radiaciones. Gracias a su consistencia y adecuado seguimiento de las recomendaciones médicas, logró mejorar poco a poco, hasta que en 2016 fue dada de alta. A partir de entonces, sólo debía realizarse chequeos anuales.
Sin embargo, la lucha de Reyna no terminó allí.
Tres años después, volvió a tener secreciones vaginales. Sin embargo, debido a que contaba con más conocimientos sobre su cuerpo y las enfermedades, no dudó en actuar con rapidez y buscar atención médica. Esta vez fue atendida por la ginecóloga Sabrina Cervantes de Compañeros En Salud, quien después de referirla para realizarse varios estudios, le dio la noticia de que el cáncer estaba de regreso.
“Afortunadamente ya no era como la primera vez,” dice Reyna con tranquilidad. “Lo tomé ya con más calma, ya sabía cómo eran las quimios y estaba dispuesta a recibirlas de nuevo”.
En esta ocasión, Reyna recibiría 9 quimioterapias más fuertes y 15 radiaciones en el Instituto Nacional de Cancerología de la Ciudad de México. La agresividad de las quimioterapias provocó que se debilitara por las náuseas, bajara de peso y su cabello comenzara a caerse, pero ella no se rindió.
“Yo iba a la ciudad para mis quimios con alegría, porque todo era para mi sanación, entré con el pie derecho y así me iba a quedar,” comenta Reyna con una sonrisa.
Caminando juntos
La enfermedad de Reyna no sólo la afectó a ella, sino a toda su familia. David, su hijo más joven, tuvo que luchar contra la depresión a la corta edad de 5 años.
“Él iba en el kínder, y siempre pensaba que su mamá ya no iba a volver por él, que se iba a morir,” dice Reyna. “Incluso sus calificaciones bajaron. Yo lloraba, pero le decía que iba a sanar y que pronto íbamos a jugar juntos otra vez.”
Hoy en día, David se encuentra mejor y dice que su motivación para la escuela es su mamá, “porque ha demostrado que es una guerrera.”
Antonio, otro de los hijos de Reyna, se siente agradecido por haber sido partícipe de su recuperación. “Crecimos solamente con mi mamá, no teníamos una figura paterna, pero entre todos nos dividimos y tomamos un rol para cuidar a mi mamá. Estamos agradecidos con Compañeros En Salud, porque ellos estuvieron cuando nadie más estuvo.”
Crecer más fuertes
Hace aproximadamente un año, Reyna recibió su última quimioterapia y fue dada de alta. Ahora sólo acude a consultas para dar seguimiento a su tratamiento y asegurarse de que el cáncer no vuelva a aparecer.
Reyna alienta a todas las mujeres a visitar al doctor constantemente, realizarse un Papanicolau al año y no desanimarse. Afirma que el medicamento es fuerte y el tratamiento cansando, pero su consejo para quienes estén pasando por la misma situación es que no se desmoralicen, cuiden su salud y se mantengan fuertes.
El cáncer que sufrió Reyna fue detectado a tiempo, pero no todas las mujeres en México corren con la misma suerte. Todavía existen muchos factores que influyen en el tratamiento y recuperación de alguien, como su situación socioeconómica, acceso a servicios de salud, discriminación o condición migratoria. Por ello, es sumamente necesario luchar para que la salud deje de ser un privilegio y se convierta en un derecho humano del que todas y todos podamos gozar.
“Con el cáncer en mi vida yo desperté en muchos aspectos,” dice Reyna. “Ya no soy la misma Reyna de antes, a la que le daba miedo todo y no podía salir adelante por sí sola. Ahora soy una mujer más fuerte, valiente y ya no me da miedo porque ya me hice amiga con el cáncer”.