Crónicas (intra-extra) hospitalarias:
Por Ana Laura Rodríguez
Estamos envueltos en tela estéril y plástico,
hace unos minutos éramos
la hija, el enfermero, la médico
ahora somos
tres criaturas azuli-verdosas palpitantes de
surrealidad
miramos
cómo el brillo acuoso de nuestras córneas titila de incertidumbre
¿por qué nadie nos dijo que hoy íbamos a cargar
con el peso de un (otro) cuerpo sin vida?
Es una pérdida que se vive simultáneamente a-fuera y a-dentro
de estas cuatro paredes del hospital.
El tiempo adquiere textura de inmovilidad
Veo: mi cuerpo, a través de la puerta de cristal,
Nuestras (mis) manos actoras de la “nueva normalidad”
sostienen, levantan y empujan el cuerpo del que fue telar de vida y experiencia
hijo/amante/padre/
(nuestro paciente)
a una bolsa que debe cerrarse con el carácter de lo definitivo.
¿por qué nadie nos dijo que un día no podríamos besar a nuestros muertos?
En este fragmento de la Sierra del Sur de nuestro (mi) país.
Todo está lejos menos la muerte,
Asimismo nos despedimos,
bolsa dentro del ataúd
cargamos con el peso de la madera y hacemos la entrega,
en la puerta que divide al mundo,
En ese instante todo el ruido se condensa en gotas de silencio
silencio húmedo,
húmedo de lágrimas contenidas,
de una verdad:
ya no somos
los que hace unos minutos éramos.