Enfrentando la tercera ola de contagios de COVID-19 en Chiapas, México
Hace tan sólo algunos meses, el número de casos de COVID-19 había bajado en Chiapas, y la mayoría de pacientes atendidos eran los de alto riesgo, como las personas de la tercera edad. Ahora, con la tercera ola de contagios atravesando el país entero, el número de personas atendidas es mayor, y los pacientes internados en el Centro de Enfermedades Respiratorias de Jaltenango, Chiapas, son cada vez más jóvenes.
El paciente más joven con necesidad de oxígeno tenía 6 años.
“La incidencia de contagios en este momento es muy alta,” dice Miguel Ramírez, paramédico en Compañeros En Salud.
Miguel conoce estos casos de primera mano, pues atiende a pacientes con COVID-19 durante traslados en ambulancia a hospitales especializados. Aún cuando sus pacientes respiran con dificultad, sabe que el número de camas y concentradores de oxígeno son limitados en su lugar de destino – el hospital avanzado más cercano en la región, que se encuentra a dos horas de Jaltenango.
Sin embargo, Miguel y sus colegas siguen conduciendo.
El personal clínico de Compañeros En Salud se ha encontrado desesperado en las últimas semanas, mientras responden a una complicada nueva ola de la pandemia. A diferencia de la última ola de contagios el invierno pasado, que afectaba en su mayoría a adultos mayores y personas con enfermedades crónicas, la tercera ola ha infectado a cientos de jóvenes y niños – muchos de ellos sin haber recibido una dosis de la vacuna contra COVID-19.
“La respuesta [a la pandemia] ha sido mucho más rápida y efectiva [recientemente] en el sentido de que ahora contamos con más personal capacitado y tenemos más información sobre el virus en general,” dice la Dra. Ana Laura Rodríguez, Coordinadora de Prevención y Control de Infecciones en Compañeros En Salud. “Pero las cifras han sido alarmantes.”
Son tiempos difíciles
Cuando la pandemia llegó a Jaltenango y a las nueve comunidades rurales en las que Compañeros En Salud trabaja, el personal de salud entró en acción, implementando protocolos de seguridad en las clínicas, adaptando consultas rutinarias, y asegurando el suministro de recursos básicos como cubrebocas y gel antibacterial, así como capacitando al staff para responder a este virus. Durante la primera mitad de 2021, el número de casos de personas contagiadas de COVID-19 era estable, pero pronto, las clínicas comenzaron a llenarse.
“En julio comenzamos a ver un aumento en consultas,” dice la Dra. Ana Laura. “Pasamos de ver 50 pacientes al mes en promedio, a 250 consultas en un solo mes.”
Desde finales de julio, se han reportado cientos de nuevos casos. El Centro de Enfermedades Respiratorias de Jaltenango, con siete camas disponibles para pacientes que requieren oxígeno, se ha encontrado al 80-100% de su capacidad por varias semanas.
“Creo que lo más difícil es que teníamos un poco de esperanza de que ya hubiera pasado todo,” dice la Dra. Valeria Macías, directora ejecutiva de Compañeros En Salud. “Luego nos dimos cuenta de que era el inicio de muchas más cosas. Sabemos que ahora es probablemente por la variante Delta, y que hay más variantes allá afuera.”
Mientras que en Jaltenango hay concentradores de oxígeno disponibles, estos aparatos necesitan energía eléctrica para poder funcionar – un recurso poco confiable en Chiapas, particularmente durante la temporada de lluvias, que toma lugar desde mayo hasta noviembre. Los tanques de oxígeno – usados sólo en caso de emergencia – son aún más escasos; un tanque puede durar alrededor de 10 horas, y para rellenarlo, el equipo de Compañeros En Salud debe transportarse a Tuxtla, a tres horas de Jaltenango.
Los pacientes que requieren ser intubados son transportados al hospital avanzado más cercano, en la única ambulancia disponible para el hospital.
Es un traslado desesperado que Miguel, el único paramédico en el hospital, ha recorrido muchas veces. Recientemente trasladó a tres pacientes a otro hospital en un mismo día, sumando 15-16 horas continuas de trabajo.
Un llamado a la solidaridad
Últimamente, la Dra. Ana Laura se ha encontrado con más jóvenes y niños agravándose por COVID-19, incluyendo a un niño de seis años que fue hospitalizado por tres días.
La mayoría de las veces, los pacientes se recuperan y regresan a casa con sus familiares, pero algunos no lo logran.
“Es doloroso acompañar la muerte de un gran número de personas,” dice Ana Laura. “Sucede constantemente siendo médico. Te acostumbras a acompañar a la muerte.”
No sólo la falta de recursos complica la respuesta a la pandemia. También la desinformación circulando en comunidades rurales, la desconfianza a las vacunas, el hartazgo del distanciamiento social, y el cansancio del personal clínico.
A donde quiera que mire, la Dra. Ana Laura se encuentra con más incendios que apagar, pero ella no se rinde.
“El mensaje más importante que quisiera compartir, es el de la solidaridad,” dice. “Es difícil renunciar a cosas a las que estábamos acostumbrados antes [de la pandemia]. Pero el comportamiento de este virus no va a cambiar hasta que todas y todos estemos vacunados.”